Escándalos y Marrullas históricos Vol II – La Batalla de Belgrado (1977)

Casi todos los listados de esos de «los mejores partidos de todos los tiempos» abundan en espectáculos de fútbol y emoción extrema que lo hacen supuestamente a uno venirse en la pantalla. Pero en la humilde opinión de este aspirante a escribidor, una lista de esas que no contenga el partido del 30 de Noviembre de 1977 entre Yugoslavia y España en el «Pequeño Maracaná» de Belgrado vale mondá. Y no porque futbolísticamente haya sido lindo para ver, sino que todo el antes, durante y después del partido estuvo recargado de una densísima carga de nervios, cagazo, mala leche, recelo, tánganas, pierna muy en alto, murras hermosas, puteadas en castellano y serbocroata, botellazos y sobre todo HUEVOS del tamaño de los Pirineos, que resultó en un partido que se puede calificar – en la humilde opinión de este que les escribe – como épico. Por eso considero que es digno de entrar en esta sección que comenzamos con este post, el partido en mención que fue válido para la clasificación al Mundial de 1978, y que hoy es conocido como «La Batalla de Belgrado«. Par ti da zo, que vale la pena ver con sus hijos para que aprendan lo que es ser hombres y crezcan como seres de bien y (paro acá porque me estoy yendo al carajo).

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El grandote delantero Miodrag Kustodic (9) se la pasó batallando contra los españoles esa tarde/noche. Acá con Camacho (abajo) y Migueli (fuente)

La Furia española: cuando no ganaba un carajo… y tampoco tenía furia

Hasta su explosión de 2008 la selección española de fútbol no era «La Furia» sino «La Churria«. Los españoles lucían un largo historial de decepciones mundialistas y continentales, protagonizadas por equipos – en algunos casos – muy buenos a los que el título se les escapaba por el árbitro, la suerte, el muerto que se comió el gol importante o el arquero con manos de papel. Y en honor a la verdad, la «furia» solo se veía en los editoriales de los medios después de las respectivas eliminaciones, porque en los compromisos en los que había que poner cara de hombre a los jugadores se les notaba una falta de carácter terrible. Ahorita mismo que están dulces nos puede parecer algo difícil de creer, pero en realidad el seleccionado español pasó por épocas negras, negrísimas en las que ni una alegría de las más básicas alegraba al aficionado ese ridículo y veleta de por allá.

Y precisamente para la época que nos ocupa en este post los españoles estaban atravesando uno de esos períodos oscuros. Porque después de su título europeo en el 64 (el único que lucieron en sus vitrinas hasta 2008) y su participación floja en el Mundial del 66 la pifiaron en todos los torneos importantes: las Euro 68, 72 y 76; las eliminatorias a los mundiales del 70 y 74. Entonces imagínate el desespero de la afizión cuando se avecinaba el mundial de 1978 después de 11 años seguidos de frustraciones y derrotas ni siquiera dignas, con un equipo que supuestamente era de primer orden europeo. «Supuestamente» porque en la práctica tenía algunos nombres ilustres pero en general era más un cúmulo de voluntades y jugadores rendidores. Las dos figuras del equipo eran los legendarios Pirri – multicampeón con Real Madrid en los 60 – y Asensi – figurón del Barcelona -, pero cómo no destacar al gran Juanito, delantero del Burgos y futuro ídolo del Real Madrid. Perdón, ¿dije «ídolo»? Corrijo: es ÍDOLO con todas las letras del Real por su amor hacia ese club, porque se hacía matar en cancha y por gestos grandiosos como éste. Imagínate lo grande que era que esos hinchas rencorosos y fatuos (?) del club ese lo tienen como ídolo, tanto que ante gestas difíciles apelan al «Espíritu de Juanito«. Que no te engañe el apodo tan españolamente maricón del tipo: aparte de ser buen delantero derrochaba mística, carácter y huevos.

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El gran Juanito

El técnico de la selección era desde 1969 otra leyenda – más como jugador, aclaremos -: el multicamiseta Ladislao Kubala. El húngaro-checo-hispano-mercenario crack de los 50 y 60 recién se había retirado de las canchas en 1967, y casi sin experiencia previa dirigiendo fue contratado por el Presidente de la Federación española José Luis Pérez-Paya como entrenador de la selección, meramente por su prestigio entre la hinchada. Por puro nombre, digámoslo. Y por eso y por uno que otro contentillo fue que se mantuvo como técnico de la selección durante 11 años seguidos, en los que obtuvo un total de – permítanme, yo verifico… ah, sí, ya tengo el dato – cero logros. CERO. Cuando empezó la clasificación al Mundial de 1978 llevaba el peso del fracaso en dos Eurocopas y unas eliminatorias a mundiales, pero ahí seguía más atornillado en el puesto que Orión en el arco de Boca.

Cuando el sorteo para la clasificación al Mundial de 1978 acomodó a los españoles en el grupo 8 contra Rumania y Yugoslavia, se comenzó a encender el cagómetro: porque el enfrentamiento contra los yugoslavos traía el recuerdo reciente de la eliminación para el mundial anterior. Pero no importó al principio, porque los españoles comenzaron las eliminatorias como de puta madre (?) al ganarle a Yugoslavia en Sevilla por 1-0 el 10 de Octubre de 1976, con gol de penal convertido por Pirri. El partido fue horrible, el fútbol no se veía y el circuito de juego era pesado, denso, rústico. Se apelaba al pelotazo y el juego asociado lo ponían pocos. Las dudas se incrementaron en la segunda fecha en la visita de los españoles a Bucarest en Abril de 1977, al perder por la mínima con un autogol totalmente marica. Con la derrota las alarmas se encendieron y empezó la polémica entre los aficionados y medios por el tema SantillanaRubén Cano. Los dos eran los mejores delanteros del momento: el uno era del Real el otro del Atlético. El primero era un excelente cabeceador y elegante rematador; el segundo era un luchador y algo tosco centrodelantero que hacía goles por pura garra y corazón. El primero era cantábrico (de hecho su nick (?) aludía a su pueblo natal), el segundo argentino nacionalizado con pasado en Atlanta, cuya convocatoria generó polémica en su momento. El tema es que para Kubala solo podía jugar uno de los dos (me parece que en alguna parte supe de una situación similar en otra selección, no me acuerdo…); en cada uno de los dos partidos lo hizoalternaron – mal en los dos casos – así que para el tercero la polémica seguía viva. Nos imaginamos los cafés en Madrid llenos de viejos discutiendo «¡Pero no sé qué le véis vosotros y el Kubala a ese tal Cano! Santillana es el ariete que nezesitamos!», «Que os den por el culo a vosotros los madridistas con vuestro Santillana… Rubén Cano es corazón y pundonor, como el Atleti, coño!», «Ojalá viviera Franco para que barra con vosotros, vuestra chusma y los malditos sudacas»

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Rubén Cano

Antes del tercer partido de los españoles se jugó el Yugoslavia – Rumania en Zagreb, y fue sorpresa: victoria de los rumanos por 2-0 que los catapultaba como líderes del grupo con puntaje ideal. Lo que hizo crítico el siguiente partido, en Octubre de 1977. entre españoles y rumanos en Madrid: terminó en victoria 2-0 de los locales que ofrecieron una imagen mejorada respecto de sus dos primeros partidos. Los goles fueron de Leal y… Rubén Cano, que arrancó de titular y justificó su convocatoria con su primer gol en partidos oficiales. Todo pintaba para un foto finish entre españoles y rumanos, pues a ambos les faltaba un partido contra los supuestamente cuasieliminados yugoslavos. Pero el impresionante 6-4 a favor de Yugoslavia en Bucarest resucitó a yugoslavos de entre los muertos y mandó todas las predicciones a la mierda.

Con esa victoria se emparejaba todo, porque a falta del partido Yugoslavia – España en Belgrado las matemáticas daban que si los balcánicos le ganaban a España por dos goles o más, se aseguraban el cupo mundialista por gol diferencia (en este caso los tres equipos terminarían con igual puntaje). Pero si había triunfo español, derrota por un gol de diferencia o empate los ibéricos clasificaban al Mundial. ¿Los rumanos? El mundial se terminó para ellos, porque cualquier combinación los dejaba fuera por su diferencia de gol de -1. Así que la última fecha programada para el 30 de Noviembre de 1977 en el mítico «Pequeño Maracaná» de Belgrado era la gloria o la muerte. Para los yugoslavos, que hasta hace semanas se veían con un pie y la mitad del otro fuera del Mundial, la situación les disparó la euforia y se tomaron el partido casi como un duelo a muerte en donde todo valía. El gobierno nacional declaró festivo el día del partido, la afición se prendió en la fiesta y el ansia de victoria y las declaraciones estaban teñidas de un aire a «A los españoles los pasaremos por arriba». Cada día que pasaba la expectativa crecía más y más y el país respiraba y vivía fútbol por cada rincón. La fe en el equipo estaba justificada con los nombres que lucía: por ejemplo, el croata Ivica Šurjak, un talentosísimo volante que cubría toda la cancha; el delantero bosnio Safet Sušić o el esloveno Danilo Popivoda, Croatas, eslovenos, bosnios, serbios… gentilicios que en esa época pocos conocían, quién iba a imaginarse que Yugoslavia se iría a la mierda 15 años después.

Algunos que jugaron por Yugoslavia ese partido: Arriba de izq a der: Safet Susic, Ivica Surjak, Danilo Popivoda. Abajo: Miodrag Kustudic, el portero Ivan Katalinic, Vahid Halilhodzic.

La selección española llegó a Belgrado una semana antes del partido y sintió el ambiente denso y caldeado que se vivía en la ciudad. Cada que salían a entrenar el público los obsequiaba con muestras de la hospitalidad local y para rematar los campos de juego que la Federación yugoslava les facilitó eran lodazales impresentables. El hostigamiento se sentía por todos lados del local; afición, medios, jugadores; tanto que por prevención el técnico Kubala ordenó el día del partido comprar el agua y café en un sitio diferente al que acostumbraban… por si acaso, ¿vio? El técnico de los yugoslavos Marko Valok fue uno de los que más contribuyó a caldear el entorno, declarando por todos lados que la presión era de los españoles y dando a entender que se preparaban para un juego cerrado y sucio por parte de estos. Los jugadores españoles entrenaban como podían en medio de ese verguero, aparte con la presión añadida de los dos mundiales seguidos sin clasificar.

Y llegó el día del partido. Como mencionamos arriba, era feriado nacional y el público aprovechó para llenar el estadio desde dos horas y media antes del encuentro. Igual que en los días previos, la gente estaba prendidísima en la fiesta y lo demostró a su manera, tirándole cosas a los españoles cuando salieron a calentar. Cuando salieron los dos equipos a la cancha el estadio se convirtió en una caldera que rugía cánticos de victoria y de deseos que los españoles terminen la jornada en un hostal de Europa del este; del visitante había como 3,000 seguidores dispersos en grupos varios que fueron hostigados con saña particularmente balcánica por los locales. Se cantaron los himnos: el de España fue respetado con un indiferente silencio, el yugoslavo fue cantado por los 66,000 asistentes (otras fuentes hablan de 95,000) con un apasionado fervor que no hacía sospechar que apenas unos cuantos años después se iban a matar entre todos.

Yugoslavia salió al campo con una formación diferente a la que Valok había confirmado el día anterior (!): Ivan Katalinic; Nenad Stojkovic, Drazen Muzinic, Mario Boljat, Jusuf Hatunic, Sead Susic, Aleksandar Trifunovic, Ivan Surjak, Danilo Popivoda, Safet Susic, Miodrag Kustudic. España con Miguel Angel; Marcelino, Migueli, San José, Camacho; Leal, Pirri, Asensi, Cardeñosa; Juanito, Rubén Cano. La alineación de Kubala era la esperada búsqueda por aguantar el partido con el trivote Leal – Pirri – Asensi en el medio, con Cardeñosa desbordando, Juanito de mediapunta y adelante Rubén Cano esperando el milagro de un balonazo al que meterle el tobillo. Sorprendía la presencia de dos debutantes en selección: San José y Cardeñosa (sí, el mismo del gol perdido contra Brasil en el mundial del 78), apuesta arriesgada de Kubala que al final resultó de perillas (?).

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La formación de España en esa histórica tarde de Belgrado. Arriba, de izq a der: Miguel Ángel, San José, Marcelino, Pirri, Camacho y Migueli. Abajo: Rubén Cano, Asensi, Cardeñosa, Leal y Juanito

Y desde el primer segundo el partido mostró lo que iba a ser durante los 90 minutos. Literalmente, lo digo: pitó el árbitro, sacaron del centro los españoles y llegó el grandote centrodelantero Kustudic a levantar con tremendo viaje *(Nota) a Juanito. Tumulto, reclamos, el público abuchea, se levanta Juanito y lo empujan… un embole grande. Los yugoslavos, como era de esperar, salieron al ataque con Surjak como creador pegado a la izquierda, Safet Susic retrasado como volante por el otro lado y Popivoda como delantero por derecha. Todos jugando para tirar el pelotazo para Kustudic, al que ninguno de los españoles conocía (!!!) y que esa tarde hizo cagar bilis a su marcador Migueli con su juego aéreo. Los de casa siguieron pegando impunemente bajo la impávida mirada del juez, el inglés Ken Burns, y el veterano Pirri no aguantó: fue reemplazado a los 10 minutos por fisura en el peroné.

(*Nota: en los momentos más jugosos del partido anexamos un link al video del partido completo en youtube pero en el pedazo que hace mención el texto en particular)

Los de azul atacaban por todos lados y Kustudic recibía, pivoteaba y removía los centrales españoles, que se las vieron tiesas (?) con el nueve yugoslavo. España aguantaba y cada vez que podía intentaba generar jugadas (generalmente pelotazos) que morían en los centrales balcanicos. Con la salida de Pirri Juanito se adueñó del equipo y comenzó a pesar en el juego, ayudado sobre todo por Cardeñosa y sus corridas, pero el partido era dominado en general por los locales. Sin embargo la primera jugada real de peligro llegó recién a los 26 minutos: córner por la izquierda y quién sabe de dónde apareció Kustudic a rematar de cabeza; el balón es rechazado en la línea por Olmo y el posterior rechazo termina en un remate al vertical de Popivoda. El público se prende, el gol pinta para llegar y los españoles resisten como pueden. Pero cuando el respetable estaba agarrando fe y frotándose las manos llegó un rechace a la estratosfera de Marcelino que se convirtió en pase gol a Juanito gracias a un despiste del defensa Hatunic: el disparo posterior terminó pegadito al palo y la gente sintió el sudor frío bajando por su espalda. Primer aviso de que los españoles podían complicar a los torpes defensores de azul a punta de pelotazos.

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Kustudic rematando y Miguel Ángel aguantando

Continuó el encuentro en la misma tónica: a los 37 minutos se generó otra mini tángana que terminó con una amarilla a Rubén Cano. Susic empuja al mismo Cano que cae al piso; los españoles protestan vehementemente, todos se empujan, el publico acompaña como toda la tarde con su concierto. ¿Y el árbitro? Ni mu: un ahuevado total, lo desbordó el ambiente del partido y se dedicó a cobrarle casi todas en contra de los visitantes. A los 44 minutos otra ocasión para España, con jugadota de Rubén Cano por la izquierda, que centra y remata mal Leal. El primer tiempo terminó sin casi ocasiones de gol, con mucho nervio en el ambiente y los españoles en una pierna, pero aún con el orto invicto.

Para el segundo tiempo se acentuó el juego de «tírenselas todas a Kustudic» de los locales. El grandote se las aguantaba, peloteando y rematando cada que podía, pero el gol no llegaba. Juanito comenzó cada vez más frecuentemente a manejar el ritmo del partido, a punta de juego sensato y carácter; a los 13 minutos viene un pase tremendo de Juanito a Cano que recibe, se saca al arquero pero le rebota la bola (!) y esta se fue. El campo es una mierda. Los amagos de tángana se repiten con cada jugada dividida y la impaciencia del local crece con el paso del tiempo, ese puto que siempre corre más rápido cuando uno más necesita que haga la pausa. A los 23 minutos, y preciso cuando el narrador español dice «… en la segunda parte los yugoslavos no han creado una sola ocasión…», llega una jugadota individual del ingresado Momcilo Vukotic que se va lamiendo el palo derecho. Los hinchas locales se animan y los visitantes fruncen aún más el asterisco; el gol es inminente. Pero afortunadamente para los de la Madre Patria (?) no del lado que se veía llegar: vino esta gran jugada de abajo, una de las más famosas del deporte español de todos los tiempos. Mérito de Asensi que quitó el balón, Juanito que metió un gran pase, Cardeñosa que mandó el centro preciso y Rubén Cano, que metió como pudo el tobillo para el 1-0.

El gol ahí sí que ponía las cosas patas arriba para los locales: ya tenían que convertir tres goles para poder ir al mundial. Tres. Que no se veía que llegaran por ningún lado, porque los españoles estaban aguantando como los varones que no son (?) y los yugoslavos no aprovechaban la inmensa calidad de algunos de sus jugadores para intentar quebrar a una limitada defensa española. Mirando retrospectivamente: el error más grande de los yugoslavos fue generar un ambiente antes y durante el partido tan hostil, que en vez de amedrentar al rival le hizo sacar a los españoles una hombría y carácter que no mostraban más o menos desde la Batalla de Lepanto. De pronto si los de azul hubiesen intentado jugar al fútbol, hoy no se hablaría del gol de Cano sino de la histórica mala racha de los españoles en los 70. Pero bueno, si supiéramos qué nos depara el futuro no estaríamos acá escribiendo. El desespero hizo que los yugoslavos subieran incluso aún más el tono del partido: a los 30 minutos le pegaron un herrrrmoso patadón a Juanito, que terminó en – ooootra vez –  amago de tángana, puteadas en gallego y serbocroata, y el árbitro intentando mostrar cara de autoridad con una tibia amarilla. Los yugoslavos se desesperan y levantan la patica hasta en las jugadas donde no pasa nada. En estos minutos crece la dimensión de Juanito: figurón mandando balones cruzados, recibiendo pata, poniendo el pie, aguantándola. Un crack. Hasta cuando salió a los 31, reemplazado por Dani, en otra imagen icónica del fútbol español: el malagueño, harto de tanta pata y puteadas y reclamos y abucheos del público y árbitros güevones, al salir le dedicó algunos gestos de provocazión al público, que respondió con una fenomenal silbatina y… mejor mírenla ustedes.

¡Ja! Terrible botellazo le tiraron. El legendario delantero se tiró como si le hubieran arrojado una granada y se formó el cogeculo, con los españoles agitadísimos y el público aún más azarado. A los 35 minutos oooootra tángana (!!!!!!) donde le pegan a Migueli, se dan pata todos, hay agresiones disimuladas, le caen a Vaha Halilhodzic. Mientras, al costado, sacan a Juanito del campo. Ahora, si el ambiente estaba más cargado que almuerzo mexicano, este gol mal anulado a Yugoslavia no contribuyó a que la gente se calmara (igual da la impresión que Miguel Ángel no se tiró porque sintió el pitazo del juez).

El resto del partido fue todo Yugoslavia desesperado, tirando pelotazos, echándose al piso cuando sentían pasos de españoles, cagando a centros afanados a los visitantes. Y estos aguantando como podían, reventándola sin asco, tirándose a todas y metiendo autoridad. Hasta que terminó el partido y los españoles fueron todo abrazos y gritos y celebraciones en medio de una feroz silbatina de los aficionados a sus jugadores. Triunfazo de los españoles en un partido que se metió para siempre en la épica local y que de hecho fue uno de los pocos paliativos ante décadas de fracasos consecutivos. Esa tarde no triunfó el fútbol (?) pero sí mostró la belleza intrínseca de este deporte que amamos: las ganas de la gloria, el hambre por triunfar, la valentía ante situaciones adversas. Sí señó: esto es fútbol, carajo.

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Asensi metiendo el pecho en una jugada al final del partido (Fuente)