Desde el futón: Historias del inframundo futbolero

Bien amigos, a pedido de una manga de trasnochados que no tiene nada mejor que hacer, arrancamos una serie de post (que por ahora sólo tiene uno) donde encontrarán historias, leyendas, cataratas de insultos viejos y a estrenar contra lo que sea y muchas cosas más que sólo a una mente enferma puede interesarle. ¿Me acompañan?

– TheGM –

Ambrosio “Cornetita” Gutiérrez, el payaso del fondo

Cuando hablamos de fútbol amateur indudablemente nos referimos al lugar preciso donde se ve la verdadera pasión. Esporádicamente, el noble deporte se viste de gala para recibir entre sus participantes a auténticos genios de la caprichosa. Este no es el caso de Ambrosio, quien debió morir al nacer o ser cedido por su madre para algún experimento genético LO MISMO QUE LOS MALPARIDOS DE ZOOMOZA, SILVA Y ACOSTA QUE TENDRÍAN QUE SERVIR COMO FERTILIZANTE PARA TERRAFORMAR EL PLANETA MARTE.

Nacido en el humildísimo barrio de Villa Sarna, Ambrosio es el sexto hijo de un desocupado serial y fue criado en la miseria más espantosa. El sueño de su padre era ser futbolista profesional, pero vio trunco el mismo cuando al probarse en el club TSINCA (That Spot Is Not Cleared Anymore) le detectaron seborrea crónica y viste cómo son de topus ahí: que a los jugadores les da cosita al bañarse, que capaz es contagioso, que mirá si me voy a ir teniendo ventaja deportiva. Bueno eso.

La cosa es que el enfermo del padre le quemó el marulo al pibe para que obtenga lo que él no pudo, ojo, no lo juzgo, yo hago lo mismo, para eso somos padres, para transmitir toda nuestra frustración a la siguiente generación. A tal punto, que la familia pasó hambre con tal que Ambrosio pudiese desarrollar algo de talento que le permita triunfar en el deporte del balompié. Siempre recuerda Ambosio aquella noche cuando cumplió 6 añitos, en la que recibió envuelto en una revista ESTO un ladrillo que iba a ser la cena familiar pero que sin embargo le permitió hacer sus primeros jueguitos, sus primeros “cabeza a cabeza”.

Pero Ambrosio tenía una fantasía oculta, algo que no había tenido el valor de revelárselo a nadie por temor a ser segregado, vilipendiado, incinerado y morfado en el almuerzo: Ambrosio quería ser payaso. Amaba vestir con colores estridentes y pintarrajarse la jeta ¿y quién no?

Con el correr de los años comenzó a destacarse como un fiero central, FIERÍSIMO para ser más precisos, porque se había tomado la costumbre de entrar a la cancha todo pintarrajeado y digamos que la napia con forma de palta, el ojo virolo y el comedor con ausencia de algunos muebles no lo favorecían en nada. Sin embargo, nada de esto impidió que el Club Prepucio Enricotado le extienda su primer contrato y nadie parecía reparar en el aspecto circense de nuestro héroe, quizá porque en el ascenso aún existe algo que no abunda en éstos días: TO-LE-RAN-CIA.

La alegría y la comida sin gérmenes llegaba por primera vez a la familia, pero Ambrosio no era libre de festejar, en su pecho apretaba el secreto guardado por años a tal punto que decidió que no soportaría un minuto más el engaño, a partir del próximo cotejo daría libertad a su verdadero yo. Ahí el inicio del fin.

El siguiente sábado Prepucio recibía a Esportivo Flora Intestinal (ambos punteros) por un lugar en el ascenso a la chorrogésima división de nuestro fútbol, el estadio lleno, las hinchadas encendidas, las pulsaciones a mil… y el salame éste tratando de salir del placard, en fin.

Como en cada partido donde la expectativa es grande se vió un embole de proporciones hasta los 35 del PT donde ocurrió la debacle: el wing de Flora se manda una corrida memorable y revolea el cuero al área donde el centro delantero aguardaba para cabecear el centro, meter el gol, gritarlo como desaforado, mirar a la hinchada rival mientras se llevaba las manos a sus genitales… pero nada de eso ocurrió. Cuando el 9 rival se disponía a pegar el salto triunfal, nuestro Ambrosio se para frente a él y le mete un cachetazo de mano abierta que retumbó en todo estadio, acto seguido sacó una cornetita y comenzó a hacerla sonar al ritmo de la lambada ante el asombro y la sorpresa de los presentes. El 9 de Flora, el inolvidable “Stronzo” Carrascosa, sólo atina a tomarlo del cuello. Ambrosio toma nuevamente por sorpresa a su agresor arrojándole jugo cincomentario de naranja desde la flor que tenía pegada al escudo en su pecho; cuando los compañeros del 9 se abalanzan sobre él, Cornetita les extiende la diestra en una demostración de arrepentimiento y caballerosidad digna de un partido de rugby, pero resulta que el muy loco tenía en su palma un cable laaaargo pelado conectado a 220 que desata el baile del epiléptico.

Por supuesto meses de sanción, quita de puntos a Chaca, un legajo ASÍ del sorongo del referí en contra de nuestro héroe, la barra que arranca con pintadas amenazantes para terminar secuestrando a la mascota de la familia (una rata sin pedigree) y hacer empanadas salteñas con ella.

Cornetita abandona la práctica del balón y se une al “circo ambulante de los hermanos lascivos” donde conoce el amor a través de la mujer del culo peludo y la felicidad en la mirada alegre de los niños que presencian su arte. Durante algunos años cree hallar placidez en su vida, pero como todos saben, este mundo es una mierda y una noche encuentra a su amada revolcándose con tres de los enanos (el negro, el chino y el alto).

Desde esa fatídica noche, nada fue igual para Ambrosio a quien todos decían que había madurado, ahora era Corneta.